Desde sus primeras singladuras, el Fram simbolizó el espíritu explorador y el ansia por conocer, inagotable como un fuego imposible de apagar: por muchas dificultades que haya y por terribles que sean los peligros, siempre habrá alguien que decida hacerles frente para llegar donde nadie ha estado, para penetrar en lo desconocido, hasta la última frontera. Fue diseñado por el constructor de barcos noruego Colin Archer, por un encargo especial de su compatriota el científico y maestro de la exploración polar Fridtjof Nansen, quien lo ideó para alcanzar el Polo Norte, beneficiándose de la «deriva transpolar» del hielo descubierta por él. Su expedición al Ártico de 1893-1896 logró batir el récord de aproximación al Polo Norte –alcanzó los 82º27’N en diciembre de 1894–, pero no hizo realidad su sueño de alcanzar el Polo. Años después, entre 1898 y 1902, un compatriota de Nansen, el capitán Otto Sverdrup, llevó el Fram a una expedición científica por el archipiélago ártico canadiense, donde descubrió tres grandes islas y cartografió un total de 260.000 km2. Fue otro noruego, Roald Amundsen, quien en la expedición de 1910-1912 lo utilizó para llegar a la Antártida y conquistar el Polo Sur, el 14 de diciembre de 1911. Con ello, el Fram se convertiría en el único buque que había estado más cerca de los dos Polos geográficos del planeta, y el barco polar más famoso de la historia. Permaneció arrinconado durante años en un muelle, pero gracias a la iniciativa del capitán Sverdrup, el explorador Oscar Wisting y el naviero y filántropo Lars Christensen, el Fram fue restaurado y en 1935 se trasladó al museo que lleva su nombre. Ésta es su historia, contada en primera persona.