Soy uno que ama a los antiguos y es diligente en buscarlos.» Confucio no se siente creador, sino transmisor. Su objetivo es, en consecuencia, educativo. No en vano las Analectas empiezan con una sabrosa invitación al conocimiento: «Aprender y ejercitarse en ello en toda ocasión, ¿no es realmente un gozo?» A través del incansable amor al estudio tendrá que construirse poco a poco el hombre noble capaz de gobernar mediante la virtud. Aunque con gran escepticismo sobre los políticos: «“Y los que hoy se dedican a la política, ¿qué tal son?” El Maestro dijo: “¡Ay! Gente de poca monta. ¿Cómo van a merecer ser tenidos en cuenta?”»
Las Analectas de Confucio son uno de los libros básicos de la humanidad que han ejercido una influencia más amplia y persistente. Precisamente por el hecho de constituir uno de los libros fundamentales del confucianismo —la tradición espiritual central que desde la antigüedad ha vertebrado la civilización china—, esta obra ha sido un referente esencial a lo largo de las generaciones para el mundo chino y su ámbito de irradiación en el Asia oriental.
A pesar de su estilo atomizado, anecdótico, elíptico, aparentemente dejado al azar, las Analectas nos ofrecen, después de una lectura pausada y reflexiva, una imagen bastante viva y matizada de un antiguo maestro, su entorno y sus enseñanzas.